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UN DÍA EN LA EDAD DE ORO

Publicado 09/07/2023

GRAN DOLINA DESDE EL ANDAMIO. FOTO KURROGRAN DOLINA DESDE EL ANDAMIO. FOTO KURROEl sol lleva un par de horas de viaje visible pero la Trinchera del Ferrocarril permanece sombría. A lo lejos, una figura – inconfundible – rompe el fondo quemado por la luz blanca del verano: unos pantalones cortos y un salacot inspirado en el del General Giap delatan a su propietario, que con paso firme, alcanza la altura de la Sima del Elefante. Eudald Carbonell se detiene en el borde, mantiene una leve conversación con alguien de abajo y comienza a descender hacia los estratos de la verdad, esos que la campaña pasada nos dejaron una elegante faz y algunos dientes que pueden remontar a Homo erectus la presencia más antigua de la especie humana en la Sierra de Atapuerca. Edgar, el afortunado excavador que se topó con la cara del hominino, sigue las directrices de Rosa Huguet que sabe que vive en el vientre de la ballena, como Jonás. La tierra juega al despiste, los niveles son esquivos, pero es una tierra productiva. Pronto habrá más, se palpa en el ambiente y en las caras.

Más adelante, José María Bermúdez de Castro va charlando con Susana Sarmiento camino de la Gran Dolina. Acaba de jubilarse oficialmente pero su interés y su espíritu de investigación continúan intactos, como el primer día. La ley dice una cosa y el corazón otra. También se jubila Carbonell y pronto lo hará Arsuaga. Pero personas así no se retiran nunca, mueren con las botas puestas y con las cananas cruzadas en el pecho.

Allí, en la Gran Dolina, colgadas del cortado al que se accede a través de un gran andamiaje, Palmira Saladié, Marina Mosquera y Antonio Hidalgo – entre otros – tratan de ajustar cuentas con  el final del nivel 8 y ver la importancia del emergente nivel 7. Cuidado, el nivel seis aparece como en un horizonte de sucesos y los pulsos se nos empiezan a parar. El tiempo de H. antecessor aflora y las informaciones aumentan como bites cayendo por una pantalla de Matrix.  

La Trinchera es una brecha, una herida sin la que no habrían aparecido los fósiles más importantes de Atapuerca. Este año, una colosal estructura de metal permite cruzarla de Este a Oeste, o viceversa.

María Martinón y Manuel Pimentel en El Penal. Foto KurroMaría Martinón y Manuel Pimentel en El Penal. Foto Kurro

En el Oeste están María Martinón y Elena Santos. Tienen el diario de excavación de El Penal, un yacimiento que se comenzó a excavar en 1992. Van leyendo un documento sobre papel mientras descifran una estratigrafía, unos perfiles, sobre la tierra. Según parece,  los perfiles se corresponden, sin mover una coma, con la bitácora del olímpico verano del 92.

El trabajo bien hecho, permanece. La puerta de entrada a la Gran Dolina puede estar en el “West Bank” de la Trinchera. Es la boca de los milagros paleoantropológicos. Tal vez allí, los primeros exploradores de nuestra especie hicieron parada y fonda durante muchas primaveras y veranos. Luego el agua, el tiempo y la fuerza de la gravedad se llevaron sus recuerdos al fondo de la Gran Dolina, cayendo como un cosmonauta por un agujero negro.

En este día en el multiverso, que nos ha regalado el genio de una lucerna romana, podemos movernos hacia otros lugares y hacia otros instantes.

Desde lejos, levantando el polvo blanco de las albarizas de Orce, una furgoneta se bambolea camino del yacimiento de Venta Micena 4. En el cruce con Venta Micena 3, su conductor, Juan Manuel Jiménez Arenas, gira la cabeza y piensa. Viene de revisar los trabajos de Barranco León y Fuente Nueva 3. La campaña está yendo muy bien: nuevas industrias, fauna desconocida – un gran caballo del pleistoceno – sondeos en yacimientos con cronologías entre 1,8 y 1,6 m.a. como Barranco del Paso y Barranco de los Conejos… Todo va avanzando, sin ruidos, sin estridencias. Los homininos de hace casi 1,5 m.a. dejaron huella en Orce. El potencial de estos barrancos, con más de 80 lugares del Pleistoceno Inferior por excavar, nos trasciende, nos supera. El propio Emiliano Aguirre dijo que Orce era un Olduvai europeo y no se equivocó. Tampoco se equivocó José Gibert, gran impulsor de este lugar como Cuna de la Humanidad. 

Barranco León en Orce. Foto Carmen.Barranco León en Orce. Foto Carmen.

Estamos ya en otro tiempo y el futuro se abre lleno de esplendor y de incógnitas. Con la presencia humana acreditada más antigua de Europa occidental en Orce, sólo queda hacer buena ciencia y acumular datos, formular hipótesis y ganar la simpatía de la sociedad y de la comunidad científica. Orce necesita recursos, ciencia y relaciones públicas.

La península ibérica es un lugar excepcional para comprender la evolución de nuestra especie y Orce debe tener su lugar destacado por méritos propios, por razones evidentes, por pruebas que caen a plomo. Escuchemos a su equipo, prestemos atención al camino que nos marcan. Jiménez Arenas tiene un plan y tiene mucho que contar. Es parte de la Edad de Oro de la paleoantropología española.

Muy lejos de allí, casi a un millar de kilómetros, en la oscuridad de una brecha que se abre entre los verdes de un prado cántabro, Igor Gutiérrez Sugasti y su equipo descifran una mariscada del mesolítico, una fiesta con navajas, ostras y otros frutos de la ría y la costa cantábrica. Se estaban terminando los grandes fríos y nuestros antepasados –estos ya cercanos – se bajaron de las cuevas de la montaña para vivir cerca del mar. Más arriba, en el Mirón, en Ramales de la Victoria, habían depositado cuidadosamente – miles de años antes – el cadáver de la Dama Roja, una mujer especial – como otras de la prehistoria – que fue objeto de un ritual funerario complejo. Lo que todavía desconoce Manuel González Morales, investigador principal, es en qué consistía la singularidad de la mujer para que recibiera un tratamiento funerario de esa índole. Por cierto, la mujer conservaba en su bioma bucal una bacteria extinguida – sólo recogida en restos de neandertales – que ha servido para fabricar medicamentos, previa reconstrucción de su material genético. ¿Quién pude decir ahora que no estamos en una Edad de Oro, en una época de prodigios?

El mundo funerario y el debate sobre los primeros enterramientos han servido para que corran ríos de tinta. Pero hasta ahora eran ríos de montaña, pronto veremos cauces más caudalosos. Y será por causa del Homo naledi de Rising Star en Sudáfrica y su supuesta actividad mortuoria y simbólica.  Berger ha movido el peral.

Arsuaga en Estatuas. Foto KurroArsuaga en Estatuas. Foto Kurro

En la Galería de las Estatuas de Atapuerca unos excavan por dentro y otros por fuera. Parece una adivinanza pero es la realidad. Un grupo accede por el Portalón, donde hablamos de genética con Cristina Valdiosera, y otro excava los niveles – hoy exteriores –  gracias a un derrumbe antiguo. Dice Arsuaga, al que vimos fuera, que los límites cronológicos de Estatuas están en 50 mil años. Es la época de los últimos neandertales. Con él, con Juan Luis Arsuaga hablamos de ello y de Rising Star y los naledi. También hablamos de Homo naledi con María Martinón, entre la Gran Dolina y Penal. El gran andamio permitió hacer la “interview” literalmente en el aire.

He dejado el final de este día fantástico en la Edad de Oro para recordar Ojo Guareña. En su plena inmensidad, en su pureza, en su enigma. Los alimoches nos miraban desde las alturas, mientras rodamos la boca de Kaite. Ojo Guareña es un reino con baluartes, no se deja conquistar así como así. Ana Isabel Ortega y Miguel Martín, dos de sus más fieles conocedores y frecuentadores, nos condujeron por pasadizos, galerías y barrancos durante cuatro intensas jornadas. San Tirso y San Bernabé son testigos de nuestras fatigas y nuestras ilusiones. La Sala de las Pinturas o la de la Fuente en Palomeras o el arte de Kaite nos han permitido comprender que Ojo Guareña es un reservorio para la Historia. Puede albergar restos desde el Pleistoceno inferior. En sus paramentos hemos visto animales extintos y chamanes emplumados, bisontes y mamuts. El libro de Ojo Guareña está por escribir. Puente Dey. Foto NavarroPuente Dey. Foto Navarro

 

 

 

Hemos podido inventar un día maravilloso, como por ensalmo, para contaros nuestra experiencia durante casi dos semanas por varios de los yacimientos más importantes de nuestro país. Estamos ante un patrimonio doble: el humano, el más esencial y valioso y el material, de enorme importancia. Hay que proteger a los dos. Estamos en plena Edad de Oro y el oro no se corrompe nunca.  

 

Manuel Navarro

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